A partir del dibujo como método de representación, el proyecto que el artista extremeño presentará en el museo tiene que ver con sus reflexiones sobre la geometría y la abstracción y se adentra en las posibilidades de la tridimensionalidad. Pliegues y abatimientos, herencia del cubismo, se tensan en espacios ficticios y sugerencias arquitectónicas donde la pintura se pone a prueba una vez más.

Cuando la violencia bélica se muestra como espectáculo, el trabajo de Iván Marino apela al imaginario crítico de Goya y se sirve de la imágenes desplegadas en los noticiarios para cuestionar su objetividad documental; o para desvelar en la propia materialidad de lo contemplado, o generar un relato que no tiene porque expresarse en los términos planteados por el discurso dominante.

El descubrimiento de una pequeña biblioteca escondida durante cuatro siglos tras el tabique de una antigua casa sirve como pretexto para abordar un trabajo sobre el “tiempo suspendido”, sobre la condición del “tiempo congelado”, que acabará por revelarse como una ficción.

Para la materialización de este auto-retrato la artista se sirve de medios tecnológicos y de conocimientos procedentes de las ciencias biológicas. Su trabajo es el resultado de un proceso de investigación que, como en otros proyectos suyos, atraviesa la creación artística, las convenciones de la historia del arte y los procedimientos técnicos.

Relacionados con prácticas como las de la escritura automática de los poetas surrealistas, o con las diferentes formas de la literatura combinatoria que florecieron a lo largo del siglo XX, los robots de IP Poetry tienen una identidad digital y convierten los textos encontrados en Internet en sonidos de imágenes pregrabados de una boca humana recitando fonemas.

Las celdas son cuadradas pero también las hay de paredes “circulares”, los dibujos y marcas sobre una pared se desvanecen con el tiempo pero también los hay que recuperan el “trazo”, los sueños de la razón producen monstruos pero también los hay que producen “iluminaciones”.

El especio urbano constituye uno de los más intensos y recurrentes campos de experimentación del arte contemporáneo. Liberadas de su propia condición de habitabilidad, las arquitecturas vacías ocupan en este trabajo territorios ambiguos y paisajes desprovistos de memoria y de identidad.

La instalación realizada para el MEIAC por Maite Cajaraville (1967, Llerena, Badajoz) se presenta como una proyección de tres pantallas sincronizadas y se completa con una serie de cajas de luz que recrean las imágenes de la narración.

El trabajo de Isabel María (Mérida, 1972) ha venido caracterizándose, en su conjunto, por su intención de explorar la idea de identidad en el ámbito posmoderno; en el habitar cotidiano como uno de los grandes fenómenos de las sociedades contemporáneas y, por ende, en su experiencia de sujeto extraviado (la propia artista ha vivido en diferentes países y ha habitado en varias casas).