Salvador Dalí | Figueres, 1904 – Girona, 1989
Nunca bien ponderada, la figura de Dalí es, en el contexto del arte electrónico español, el punto de encuentro entre las vanguardias históricas de principios del siglo XX y el movimiento de las neovanguardias tecnológicas que preconizó esa síntesis elusiva entre arte y tecno-ciencia, en la segunda mitad. La evolución de su obra y pensamiento corre paralela a las revoluciones científicas y tecnológicas del pasado siglo: del psicoanálisis a la física nuclear; de la genética a la teoría de las catástrofes.
El encuentro con Dennis Gabor, inventor de la holografía (1947) y Premio Nóbel de Física en 1971, inaugura el período holográfico y estereoscópico que le va a ocupar hasta su muerte en 1989. Entonces, tuvo la oportunidad de experimentar con la holografía la materialización de algunas de sus particulares ideas fijas sobre el espacio y recrear sus investigaciones sobre la imagen doble, mediante el uso de una tecnología novedosa, capaz de expandir los límites de la representación pictórica. Gabor le asesoró en la preparación de tres composiciones y le puso en contacto con Conductron Co., la división holográfica de la McDonnell Douglas Electronics Company que produjo parte de los hologramas y, posteriormente, le apadrinó la exhibición. Sin embargo, fueron George Besch y, de manera muy especial, el hológrafo Selwyn Lissack, quienes le asistieron técnicamente.
Los resultados de dicha colaboración (las obras “Holos! Holos! Velázquez! Gabor!”, “Crono-holograma: Retrato de Alice Cooper”, “Dalí pintando a Gala”, “Holograma Poliedro” y “Pescador submarino”) se expusieron en la galería M. Knoedler & Co., Inc. de Nueva York, la galería más antigua de América y los agentes usuales del trabajo de Dalí allende el Atlántico. (Vicente Carretón)