La producción videográfica independiente ha tenido y sigue teniendo un volumen más que considerable en España desde los años 80, a pesar de una serie de factores que juegan en su contra. Se ha dicho que el vídeo es un arte del que se ha escrito anticipadamente su historia, hasta el punto de incluir de antemano la reseña de su presunta agonía. En muchos aspectos, la crónica de su implantación en España se asemeja sobremanera a las trazadas para otros contornos vecinos geográfica o culturalmente, pudiendo distinguirse hasta cuatro etapas y confluencias generacionales, a contrapelo sin embargo de impropicias circunstancias. Seguramente no sea bonito exponer los trapos sucios a bote pronto, pero antes que una visión idílica o un comentario amorfo, es preciso recapitular agravios y deficiencias que han enturbiado los lances del vídeo independiente en España, hasta la encrucijada de un presente marcado por el reto y la rivalidad de otros medios. En cualquier caso, quien lea esto tiene en sus manos la posibilidad de reordenar estas glosas.